Aunque han pasado años desde su retiro, Adriano Leite sigue siendo recordado por su potencia, talento y por aquellos destellos brillantes que dejó en el Inter de Milán y la selección de Brasil. Su carrera, marcada también por momentos personales difíciles, siempre estuvo influenciada por un ídolo que admiró desde sus inicios: Ronaldo Nazário.
En una entrevista realizada antes de la Copa América 2004, cuando aún estaba en la plenitud de su juego, Adriano ya había dejado claro quién era, para él, el más grande del fútbol mundial. “Él sabe que es mi ídolo”, dijo en referencia a Ronaldo, asegurando que buscaba escribir su propio camino en la selección, como lo habían hecho el Fenómeno o Ronaldinho en sus años dorados.
Aquella declaración, que pasó algo desapercibida en su momento, volvió a circular recientemente en redes sociales, reavivando el eterno debate sobre quién merece el trono del fútbol. Mientras muchos discuten entre Messi y Cristiano Ronaldo, El Emperador se mantiene firme en su elección: Ronaldo, por influencia, calidad y por lo que representó para su generación.
Ronaldo, el preferido también de Roberto Carlos
Quien también salió a respaldar esa visión fue Roberto Carlos, otro ícono de la Canarinha y leyenda del Real Madrid. En una entrevista reciente, no dudó al ubicar a Ronaldo Nazário por encima de cualquier otro jugador, incluyendo a Neymar, Cristiano Ronaldo y el propio Lionel Messi. “Nunca habrá otro Fenómeno Ronaldo”, afirmó con contundencia.
Para el ex lateral, lo que hacía especial a Ronaldo era su capacidad de brillar en una época más exigente físicamente, cuando los delanteros no recibían tanta protección reglamentaria. “Ronaldo hacía todo”, sentenció, y recordó con emoción sus primeros partidos en el Bernabéu, cuando más de ochenta mil hinchas lo ovacionaban sorprendidos por su talento sobrenatural.
Lo dicho por Adriano y Roberto Carlos no solo reafirma la estatura mítica del Fenómeno, sino que también subraya su impacto en una camada de jugadores que crecieron a su sombra. Para ellos, Ronaldo Nazário no fue uno más: fue, es y será, el mejor.
